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  • Luisa Ferss

#TheFoodieModel: Biscuiteers London


Sí les suena el nombre de “Nothing Hill” es tal vez por la película de Julia Roberts, al menos eso me pasaba a mi. Resulta que este nombre no es solamente el de una película, este, es el nombre de un hermoso y pintoresco barrio en la ciudad de Londres.

Nothing Hill esta lleno de casitas londinenses con colores extraordinarios. No sé si los vecinos se ponen de acuerdo, pero las casas en realidad combinan y crean una vista lindísima. Además de su bella arquitectura, este lugar es la sede del “Portobello Market” uno de los mercados callejeros más conocidos de Londres en donde venden ropa de segunda mano, pósters, antigüedades, comida deliciosa, ¡en fin! Una gran variedad de cosas interesantes.

Caminando por Nothing Hill, específicamente en una callecita llamada “Kensington Park Road”, en el número 194, me encontré con un pizarrón a la mitad de la banqueta, este tenía dibujos de postres padrísimos y decía “Ahora servimos té”. Volteo y veo una boutique de galletas de lo más bonita, galletas de cabinas telefónicas londinenses, galletas de el Empire State, Spiderman, ¡hasta galletas de calzones!

No me pude quedar afuera y obviamente entré a observar estas obras de arte. Una vez adentro, me encontré con que también tenían pasteles y panecillos. El lugar olía delicioso a vainilla, a canela y a chocolate. Estaba tan bonito que decidí ponerle pausa a mi día turístico y aunque acababa de desayunar, pedí un téenglish breakfast (la verdad por el cliché de estar ahí) y también ordené un pastel de zanahoria, una perfecta y deliciosa elección para empezar mi día.

Ya estando en la mesa había un anuncio que decía: “aparta tu hora del té para dos personas, incluye sándwiches, galletas, Macarons, cupcakes y té ilimitado.” Mi amiga y yo no lo pensamos dos veces y pedimos una cita para el día siguiente. Yo estaba emocionadísima por la oportunidad de una típica “hora del té londinense”. Debo aceptar que hasta me fuí a comprar un suéter nuevo para estar vestida adecuadamente para tan real y aristocrática ocasión.

A las 3 en punto del día siguiente, la señorita, de cabello naranja zanahoria y un peinado como de los años 50, nos recibió en la boutique. Ella preguntó el sabor de té que deseábamos y nos pidió que eligiéramos el diseño de nuestras galletas principales. Honestamente, yo sólo quería que fuera la más grande así que no sabía si elegir un corazón azul o una que era una langosta.

Ya sentadas la señorita llevó a nuestra mesa la indumentaria necesaria para nuestra hora del té. Desde el juego de té de porcelana roja con blanco que parecía de la película de “El gato” hasta la típica plataforma en dónde ponen todos los bocadillos. Éste, contenía los famosos sándwiches ingleses: pepino con mantequilla y salmón ahumado con queso crema y a su vez, tenía dos macarons, uno de lavanda y uno de fresa, dos cupcakes de vainilla, dos pequeños pedazos de pastel de vainilla con mermelada de fresa cubiertos de fondant y tres galletas con icing, una de cabina telefónica, otra de la bandera de Inglaterra y otra con el anuncio del metro que decía “Nothing hill”.

El sándwich de salmón con queso crema fue mi favorito. El salmón ahumado estaba súper fresco y lo podía notar por la textura de este y la suavidad después de cada mordida. Es conocido que ambos ingredientes son una buena combinación, además en este sándwich estaban acompañados de finas hierbas y un ligero sabor a cebollín ¡delicioso!

En nuestra hora del té no podían faltar los famosos scones que son panecillos parecidos a los bisquets pero menos cremosos. Estos se acompañan con mermelada de fresa y clotted cream, una crema de consistencia entre nata y mantequilla con un sabor no tan dulce no tan salado que combina perfecto con los panecillos y la mermelada. Cada mordida, de esta mezcla cremosa y agridulce se derretía en mi boca, ¡fui tan feliz!

Las galletas obviamente no me decepcionaron para nada, no eran solamente perfectas en la decoración, sino que también en el sabor. El icing tenía un ligero sabor a limón que le daba el toque ideal a estas creaciones suaves y mantequillosas.

Los sabores estaban tan bien mezclados entre dulces y salados con el té que jamás me empalagué. En general todo lo que probé en biscuiteers valió las 48£ que se tuvieron que pagar por adelantado para obtener la “hora del té. A pesar de que el precio está un poco elevado, considero que en la vida hay que invertir en buenas experiencias. Biscuiteers sin duda fue una, ellos además de tener este salón de té y la boutique de postres, dan diferentes clases de repostería para niños y grandes.

Si buscas una verdadera experiencia londinense, Nothing Hill y Biscuiteers son la combinación ideal, ¡no te puedes perder una hora del té!

LF

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